AMOR Y VERDAD, no ideologíaEn un artículo de opinión publicado en la prensa italiana, en enero, el cardenal Gerhard Muller — ex prefecto de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe — dijo que en la era actual de “pensamiento y medios de comunicación secularizados, los puntos de vista políticos e ideológicos terminan contaminando el juicio teológico” hasta el punto de que, para algunas personas, “los principios de la teología católica son sospechosos de ideología ‘conservadora’ o ‘liberal’, según su punto de vista”. Tengamos en cuenta que la palabra “ideología” puede definirse como “las afirmaciones, teorías y objetivos que integrados constituyen un programa sociopolítico”.

El Evangelio ciertamente tiene implicaciones sociopolíticas. La Iglesia aboga por un orden social ético y justo, basado en verdades que pueden ser conocidas no solo por la fe, sino también por la razón humana. Estas verdades tienen implicaciones sobre cómo organizamos nuestra sociedad y cómo vivimos nuestras vidas individuales. Trágicamente, nuestra sociedad actual repudia tanto la fe como la razón, al pretender redefinir el sentido mismo de la persona humana en lo que respecta a la sexualidad, el matrimonio y el derecho a la vida, desde la concepción hasta la muerte natural. ¿Cómo respondemos a este desaf ío?

Como señala el cardenal Muller, los juicios teológicos, espirituales y morales pueden ser “contaminados”, distorsionados por la ideología. Esto puede suceder cuando las personas asumen una mentalidad que cae en la trampa de “o una cosa o la otra” en lugar de “ambas cosas”. Para dar un ejemplo: una persona reduce el Evangelio a solo la justicia social para crear un mundo mejor, y otra lo reduce a solo una espiritualidad y salvación personal. Lo que debería ser un “ambos” se convierte en un “uno o lo otro” y el resultado es una distorsión del catolicismo, porque ambos entendimientos están destinados a complementarse entre sí. Como dijo un teólogo, “la verdad es sinfónica”. Todos los instrumentos musicales tienen una parte que desempeñar; pero si solo es uno sin el otro, solo hay sonidos inconexos, no una sinfonía hermosa.Quizás la mayor amenaza para nuestra fe es la separación de las dos cosas que más se pertenecen entre sí, que en última instancia son inseparables, porque son de Dios y son inseparables en la persona y enseñanza de Jesucristo. Esas dos cosas son el amor y la verdad. Hoy día estamos siendo acosados e incluso perseguidos — en nombre del amor — a abandonar algunas de las verdades más fundamentales, que provienen de la fe y la razón, sobre la personalidad humana con respecto a las cosas que mencioné anteriormente: la sexualidad, el matrimonio y el derecho a la vida.

En palabras del Papa Benedicto: “Sin la verdad, la caridad degenera en sentimentalismo. El amor se convierte en una concha vacía que se llena de forma arbitraria. En una cultura sin verdad, este es el riesgo fatal al que se enfrenta el amor. Este cae presa de emociones y opiniones subjetivas contingentes; la palabra ‘amor’ es trampeada y distorsionada, hasta el punto en que llega a significar lo contrario” (Caritas in veritate, no. 3). C.S. Lewis también ha señalado, sabiamente, que las palabras de la epístola de San Juan de que “Dios es amor” no significan que “el amor es un dios”. Si convertimos el amor en un dios, podemos, rápida y fácilmente, racionalizar, justificar e incluso bendecir las falsedades en nombre del amor. Esta es, en última instancia, la mayor traición al amor que es Dios, el amor que es Jesús y que es su mandato para nosotros.El amor sin verdad y la verdad sin amor son distorsiones que degeneran en ideologías.

El camino correcto es el que nos trazó San Pedro en el capítulo dos de su primera epístola: “Habiendo purificado vuestras almas por vuestra obediencia a la verdad por un amor sincero a los hermanos, ámense los unos a los otros de corazón…. absténganse de las pasiones de la carne que hacen la guerra contra sus almas… Vivan como pueblo libre, pero sin usar tu libertad como pretexto para el mal, sino vivan como siervos de Dios”. Para el cuarto domingo de Cuaresma, el arzobispo Leonard Blair visitó la parroquia Our Lady of Mount Carmel, en Hamden, para ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa. El padre Joseph Napolitano, párroco, concelebrado, y los diáconos Stephen Yatcko y Dominic Corraro asistieron.