Archbishop Leonard P. Blair

Esta edición del Catholic Transcript les llega durante el Adviento. Es el tiempo litúrgico que expresa expectativa, preparación y esperanza. Nuestro Salvador Jesucristo vino en la primera Navidad, y ahora esperamos con gozo que regrese en gloria para juzgar a vivos y muertos. Como Él mismo nos dijo en muchas parábolas, debemos estar alerta, con nuestras lámparas encendidas en la oscuridad. No sabemos el día ni la hora, ni para nosotros ni para el mundo.

Dentro de esta perspectiva, vivimos nuestras vidas anclados en la esperanza gozosa, con los ojos fijos en Jesús de manera proactiva y dinámica. Digo “proactiva y dinámica” porque Jesús ordena a los apóstoles que salgan al mundo como sus testigos, lo que el Papa Francisco llama “discipulado misionero”. Tú y yo estamos llamados a hacer lo mismo viviendo como católicos que creen y practican su fe, no como una imposición a los demás, sino como una proclamación e invitación a vivir para Jesús. Él es “el camino, la verdad y la vida” por cuyo Espíritu la humanidad recibe sabiduría para la vida en este mundo y en el venidero.

¡Cuánto necesita nuestro mundo de esta sabiduría y de nuestro testimonio!

Como nos ha recordado el Papa Francisco en su encíclica más reciente, debemos ser modelos de amistad y armonía, y la primacía de la bondad, incluso cuando damos testimonio de verdades espirituales y morales desafiantes y, a menudo, impopulares. El nuestro es un momento de pandemia, polarización política y social, redes sociales contenciosas, falta de respeto por la vida, la dignidad y los derechos de toda persona, y desprecio por la vida dada por Dios y el significado de la persona humana, creada como hombre y mujer. Además, todos tenemos la tendencia a culpar a los demás por nuestros problemas o los problemas de nuestra sociedad y del mundo, o de adoptar una mentalidad de “derecho” para nuestros deseos y necesidades, incluso para nuestra propia felicidad.

En medio de todo esto, especialmente en Navidad, el Evangelio es una “buena noticia”. Con la ayuda de Dios, nunca debemos rehuir la responsabilidad personal, la participación activa y el trabajo concienzudo por nosotros y nuestras familias, la comunidad y la nación, ni el desaf ío de superar las barreras de la participación de aquellos que están excluidos o aquejados por la discriminación, la injusticia o la pobreza.

Dada la fecha de impresión del Catholic Transcript, escribo este artículo antes de las elecciones de noviembre. Cualquiera que sea el resultado, lo importante es la unidad en la búsqueda del bien común de nuestra nación y del mundo, mientras recordamos que, en última instancia, como dijo Jesús, “solo Dios es bueno”. Aparte del significado que Dios da a la vida y al mundo, no podemos estar en completa paz, ni nuestra “búsqueda de la felicidad” nacional puede alcanzarse.

Cualesquiera que sean las realidades políticas del momento, no podemos renunciar a las responsabilidades que cada uno de nosotros tiene de participar de la manera más positiva y caritativa posible en la vida de nuestra nación en todos los niveles de gobierno, la actividad económica, el compromiso social y la vida comunitaria.

El corazón de la Navidad se encuentra en el anuncio de los ángeles de la “paz en la tierra”. Esa paz sólo puede ser nuestra si estamos dispuestos a arrodillarnos en adoración ante el Dios que nos hizo — el Dios que se hizo pequeño, humilde y vulnerable hasta la muerte en una cruz — y así preparar el camino para su presencia salvadora entre nosotros.Que Dios los bendiga a ustedes y a sus seres queridos con una Feliz Navidad, y que le conceda a nuestra nación buena salud f ísica, espiritual y moral en 2021.